martes, 16 de febrero de 2010

Comunicaciones con medias verdades



Los medios presentan al público una noticia con medias verdades como innovadora y exhaustiva.
Foto: http://www.ophcommunity.oph.gov.au/login.aspx


February 16, 2010
Por: Dalila Rodríguez Saavedra
De: Diálogo

Lo hago más de las veces que quisiera. Con poco o nada de resentimiento. Puede parecer impensable que la relación entre un informador y la información esté basada, a priori, en indiferencia, o en el mejor de los casos en escepticismo. Porque ¿cómo es posible que a una periodista le cueste creer lo que lee en (casi todos) los medios? ¿Cómo es posible que la información presentada, lo que escucha en radio o lo poco que mira en la televisión le parezca una farsa astronómica y que la llamen noticias?

Puede parecer lamentable que opte por desdeñar los hallazgos de mis colegas (los conocidos y los que desconozco, pero que ocasionalmente leo) frente a las teorías mediáticas que conozco y no olvido, a la suma de experiencias laborales, que tampoco olvido; a la compraventa de (des)información que ocurre cotidianamente en los aquelarres o juntes de jefes de secciones y editores de los medios del País. Al sinfín de razones trazadas por quienes piensan que “what is good, is enough” funciona para encender a diario la prensa y hacer una tirada de 50 mil copias. Que horas más tarde será consumida por muchos.

Comunicaciones con medias verdades. Breves bites de sonidos puestos en arbitrario contexto para conformar (al lector con) una supuesta pieza noticiosa. El resultado es información predigerida de acuerdo con la agenda del conglomerado noticioso. Presentada al ojo público como innovadora y exhaustiva. Un cable repleto de datos y cifras que no requieren de análisis, entre las razones predilectas, porque no hay tiempo. Un torrente de comunicados que no son corroborados y se convierten en un hit inmediato de la prensa online.

Quien quiera un ejemplo reciente sólo tiene que buscar uno de los periódicos más consumidos del País; abrirlo; saltarse las numerosas promociones y ofertas en búsqueda de algún estudio de cualquier prestigiosa universidad que revelará dispar(ate)idad sobre sus procedimientos y conclusiones. Como cuando se publicó en el rotativo más importante de Puerto Rico que mirar los senos de las mujeres potenciaba la salud. Más allá de la joda aparente de la noticia, hay quienes toman en realidad lo que ven en tinta como fundamento y refuerzo “para estar en todas…” .

Quien desee señalar(me) que pese a la mediocridad y el pre-arreglo noticioso, hay que consumir ‘el medio’ para el propio beneficio, le diré que prefiero ser la filistea de los medios de información masiva. La que no los consume, ni se interesa por ellos. Después de todo, no pierdo mucho. ‘Eso no está bien’, oí a menudo de la boca de formadores de antaño. Hay que leer el periódico, hay que ver los telediarios, hay que estar informados. Desde adentro del Sistema se dinamita, decían los más punteros; los más fiscalizadores, aquellos cuya presencia esperanzadora durante los años formativos será por siempre agradecida.

Pero me consta que no es así. Sé que hay un problema y que tiene nombre. Infotainment Media, o prensa infoentretenida, si me permiten la traducción. Susan Jacoby, autora de 'The Age of American Unreason', sostiene en su libro que los americanos están acostumbrados a recibir información dosificada. En pequeñas dosis las relevantes y sobredosificadas las inocuas y más bien intrascendentes.

Hace un tiempo leí en una de las pocas revista mensuales cuya prensa y gestión estimo, a la articulista Sarah Nardi que discursaba un asunto similar. La comunicadora confesó sentir un conflicto ético porque en su programa de radio se veía las más de las veces repitiendo a papagayo posturas carentes de sustancia, que pertenecían a un ‘cuerpo político’ que aún le faltaba escudriñar. Creencias alienígenas que se adoptan porque el medio las engendra.

Lo insidioso del asunto es que la carrera, el Sistema y hasta la Academia, van formando a desinformadores para más tarde emplearlos. En el caso de los reporteros se les remunera por redactar notas (ahora por tomar fotos y videos también) y mientras menos capacidad de análisis y de arrojo ante un evento noticioso se tenga, casi mejor. A los conglomerados noticiosos no les merece confianza los periodistas sagaces. Esos pueden seguir investigando una historia y dar con el botón que les causaría pánico. Y ya sabemos el refrán que corresponde: "No se muerde la mano de quien da la comida. Tú a lo tuyo que no debes tocar el entramado mío".

Pero, ¿por qué regresamos noche tras noche a la mirada penetrante, a esa luz y movimiento de la caja tonta? Cómo es posible que perdamos horas viendo pietaje cargado de violencia sacrílega, bautizada como anti-terrorista y dizque necesaria para todos. Mensajes de Estados que están muy lejos de ser implementados en la realidad porque algún escollo surgirá de cualquier mayoría (la tirana mayoría) y lo único que se pretende a estas instancias es captar la audiencia.

Te queremos a ti, sentado en ese apestoso y caliente sofá. Alelada. Sin poder ni querer criticar lo que ves. Sin osarte a poner en duda que el $1.50 que gastas en periódicos o los kilovatios que consumes están hinchados de mentiras. De óbices sociales y económicas que jamás querrás enterarte. Sin embargo, escucharás desesperantes locuciones de funcionarios predecibles, voces oficialistas que torean a los reporteros y no satisfacen tus inquietudes. Si es que tienes.

La respuesta según Jacoby es que los ciudadanos americanos, esos que nos parecen tan laboriosos, cómodos y tan pánfilos hasta para imitar, están cada vez más divorciados del proceso de razonar. Traigo a Jacoby porque me parece que el análisis comparativo se extiende a esta Isla. Cada vez nuestra filosofía política se asemeja a la de ellos. Y coño, no tendría porqué ser así. Pero los patrones son los mismos: el aumento del fundamentalismo religioso, la renuncia de una educación superior estandarizada, el aumento en la dependencia tecnológica.

Jacoby concluye y califica a su nación como “tonta”. A mí no me gustaría llegar a tanto. Aquí radica otro de los tormentos confesos para este comentario. Nuestra capacidad colectiva de conocimiento es muy baja. Se nota en la poca civilidad, en la intolerancia y categorización de las vidas ajenas. En la sobrevalorada búsqueda de vivir en la abundancia, de artefactos y temores.

Me cuesta aprehender lo que leo, estimado lector. Dudo de cada oración a la que me enfrento. Paso de las ilustraciones adjetivadas y de los que se tragan el diccionario de sinónimos para confundir, de las transiciones informativas que poco aportan y lamento que no se le dé seguimiento a sucesos como el de Capeco, Cerro Maravilla y las anécdotas risibles de Héctor Martínez.

1 comentario:

Rafael dijo...

A veces las noticias no te la dicen o no la reportan como debería de ser. Hay notiicias que no tienen profesinalismo ya que hubo un periódico que público que mirar los senos potenciba la salud. En la radio también se dan estas situaiones. Estos comunicadores hacen lo que sea para atraer a las personas y lo entiendo es su trabajo, pero hay que tener ética.