viernes, 11 de junio de 2010

Fetichismo cibernético



June 11, 2010
Por: Esteban Amoretti
De: Revista Alrededores

La biblioteca se encuentra dividida. Para muchos teóricos, Internet se ha vuelto el lugar común de muchísima gente, un espacio liberalísimo en donde las antiguas restricciones que el papel impreso imponía a la producción y circulación de ideas han quedado superadas. Para otros, la red es un espacio controlado y monitoreado, en donde no se han superado las barreras de la censura, y más notablemente en los casos vinculados a la política. Mi pensamiento crítico me deposita en este segundo grupo analítico.

Contrariamente a lo que asegura la falaz teoría posmoderna, la Internet ni es horizontal, ni descentrada, ni desterritorializada. Lo que estos autores se niegan en aceptar es que la red es una estructura que posee centros de censura y control, utilizados por los grupos de poderes económicos y políticos, para hacernos comulgar con sus ideologías dominantes. Una vieja frase de Nietzsche imprimía la idea que la verdad era aquella que el poder se encargaba de hacernos creer. Hoy nos quieren hacer creer, precisamente, cayendo en el ciego fanatismo que la Internet es el ámbito de la libertad por excelencia.

Cierto tipo de comunicaciones se encuentran bloqueadas, vigiladas y censuradas. Sólo los espíritus ingenuos pueden suponer otra cosa. Claro está, que abiertamente, parece un espacio de libertad y opinión sin ataduras. Pero críticamente, si vemos en lugar de creer, rápidamente se cae la careta.

Son muchas las experiencias que refutan el carácter democrático y libertario de la red. Quienes tengan dudas al respecto, no tienen más que enviar un mensaje incorporando en el cuerpo del texto ciertas palabras vinculadas a actividades terroristas y verán lo que ocurre.

Sin ir más lejos, el gobierno del Partido Comunista Chino (PCCh), censura los portales internacionales como Skype y Google, interviniéndolos en contra de los pedidos de la ciudadanía en contra del respeto a los derechos humanos y la libertad de expresión que perpetuamente y totalitariamente silencian. Así como también aquellos que se manifiestan a favor de Taiwán o de la liberad del Tíbet.

Es evidente que la política utilizará dicha herramienta en su propio beneficio. Muchos grupos de Facebook han utilizado últimamente “grupos cibernéticos militantes” para “auto-convocar” propuestas a favor o en contra de los grupos gobernantes en diferentes países del mundo. Un caso reciente en la Argentina , por ejemplo, fue aquel en donde el programa televisivo “6, 7,8” en apoyo de medidas oficiales, llamó a organizar sus columnas en contra de la llamada oposición.

Otro ejemplo de destacar, fue el papel fundamental que cumplieron las comunidades políticas cibernéticas en los Estados Unidos, durante las últimas primarias presidenciales, mayoritariamente regenteadas por los jóvenes universitarios que apoyando a Obama, depositaron inteligentemente un mensaje de base que llegaría a los lugares en donde la forma de hacer política tradicional ya era inadecuada para los tiempos que corren.

Internet es un espacio vital para los partidos políticos, ya que depositan instantáneamente y rápidamente esperanza en los pueblos con sus ciber-discursos. Lo que en otros tiempos les costaba agrupar a las muchedumbres, convencerlas y conducirlas a creerles, hoy se logra prontamente con un mensaje impersonal a la red, quien personalmente se encarga a través de sus seguidores de hacerlo llegar incluso a aquellos que no son seguidores del grupo social original.

Las empresas, astutamente, depositan sus intereses en estos espacios políticos que la ciudadanía consume enajenada, utilizando el mismo espacio para la doble venta: el discurso político y el producto de la marca que patrocina al candidato. Un verdadero fetichismo de la democracia cibernética.

Es por esto, que no estoy de acuerdo en afirmar que la Internet es un espacio de libertad. Los teóricos que imponen la visión de descentralización y horizontalidad de la información se olvidan que todo es un “afán de novedades”, una máquina de hacer dinero con lo novedoso, incluso en la política. La política seguirá siendo centralizada y represiva para los espíritus libres aunque quieran hacernos ver que “autoproclamarse” es sinónimo de más democracia. La autoproclamación hoy en día se encuentra muy inducida desde el poder.

Marx ya habría definido al cretinismo parlamentario como “una enfermedad que aprisiona como por encantamiento a los contagiados en un mundo imaginario, privándoles de todo sentido, de toda memoria, de toda comprensión del rudo mundo exterior”. Una enfermedad que ahora reaparece y se apodera de algunos teóricos como Manuel Castells, que definen a la red cibernética como un centro sin jerarquías y sin centro, cuando él sabe bien que se inventó militarmente como base de datos para el Departamento de Defensa del principal país del mundo.

Este cretinismo cibernético que intenta renovar la deteriorada legitimidad de la política, deberá ser combatido inteligentemente, para hacer caer el velo que demuestre la incompatibilidad cada vez mejor maquillada de esta falsa libertad y democracia que nos ofertan, con la verdadera y pura que se gana con la batalla del pensamiento.

Para acceder al texto original puede visitar la Revista Alrededores.

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