sábado, 15 de septiembre de 2012

Debate electoral: ELECCIONES 2012

Asistimos a una singular contienda electoral que, entre algunas cosas, dibuja la crisis política que enfrentan las organizaciones partidistas que han dirigido los designios nacionales por las últimas seis décadas. La nota de consenso, en la recta final de los últimos 50 días previos a las elecciones del 6 de noviembre próximo, manifiesta que tanto el gubernamental Partido Nuevo Progresista (PNP) como su retador Partido Popular Democrático (PPD) carecen de un liderato político capacitado, perspicaz, profundo e inteligente.

Salvo escasas excepciones, las acciones de la dirigencia de ambas colectividades develan que hace mucho tiempo le han perdido el rumbo al País. Están distanciados de los problemas sociales que afectan a la ciudadanía porque se han ocupado de mantener distancias con el palpitar popular, razón por la que su apuesta electorera no trasciende las tácticas populistas que conforman el imaginario de una democracia demagógica.

En materia de ideas, los dos partidos de siempre han descuidado sus plataformas políticas convirtiendo sus documentos programáticos en propuestas vagas, indolentes y repetitivas. Sin mucho rebuscar, dejan al descubierto que son igualitos, tal y como presenciamos en el transcurso del primer debate de candidatos a la gobernación el pasado martes bajo el auspicio del Sistema Universitario Ana G. Méndez.

Aún cuando haya quienes insistan, por necedad o fanatismo, en diferenciar los “estilos” del PPD y PNP para sacar algún ápice de ventaja electoral, acentuando argüidas distinciones imperceptibles, nadie puede afirmar que desde la dimensión política ambos partidos no representan más de lo mismo. Los dos comparten una única visión de País, se suscriben a los mismos intereses económicos, endosan el Estado policial y punitivo, convienen en un gobierno conservador, sexista y elitista, al tiempo que trazan sus andanzas de espaldas a los reclamos ciudadanos.

Eso fue, precisamente, lo que reafirmaron Alejandro García Padilla y Luis Fortuño con sus livianas intervenciones durante ese primer debate, resumido como un cuento cantinflesco que, a duras penas, logró avivar la animosidad de sus respectivas huestes.

No hay nada que agregar sobre los planteamientos vertidos por ellos porque carecen de sustancia. Uno, Fortuño, repasó los éxitos que alega haber obtenido de su gestión administrativa, aún cuando admite haberlos aderezado con una medicina amarga. El otro, en tanto, lanzó vacuas diatribas a su oponente valiéndose de falsas promesas que se descargan en una plataforma política que repite, en esencia, el desabrido antídoto de su contendor.

Nada de lo que, según alega el PPD, ha hecho mal su oponente se revertirá con un cambio de administración gubernamental vestido de rojo-añil. Denlo por hecho. Los populares siguen el libreto de su oponente; la liviandad es la orden del día porque para ambos sólo es relevante el acceso al poder político. Lo hemos visto y escuchado una y otra vez navegando en la impudicia. Sobre el País y su gente, más allá de trilladas consignas publicitarias, no tienen nada que afirmar porque yacen fuera del alcance de sus mezquinos intereses.

La contienda electoral de este año, sin embargo, y por fortuna, trasciende las desgastadas y viejas estructuras pepedeístas y penepeístas para ofertar al electorado otras cuatro opciones políticas, dos de ellas de nuevo cuño.

Ahí estriba la “chispa” de esta contienda. Más alternativas para todos los gustos. Pero lejos de tratarse de una oferta electoral a la carta, la presencia de estas cuatro opciones partidistas se vierte como una posibilidad real para combatir el bipartidismo histórico que ha mantenido al País sumido en una profunda crisis.

Esta consideración alternativa, empero, no es absoluta. Entre estas cuatro colectividades se subrayan diferenciaciones significativas, como dejó al descubierto el pasado debate. Entre el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), el Partido del Pueblo Trabajador (PPT), el Movimiento Unión Soberanista (MUS) y Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR) hay diferencias intelectuales.

El candidato del PIP, Juan Dalmau, por ejemplo, ha revitalizado la opción electoral independentista. Su manejo del debate de ideas, su elocuencia, buena proyección y la forma de enlazar la problemática social al estancamiento colonial de la Isla persuade el voto del sector afín al proyecto de independencia nacional que habita fuera de las estructuras de su partido. De mantener su ritmo, levantaría de la opacidad una colectividad que ha sufrido dificultad para validarse como opción política en las últimas dos elecciones.

En el caso del PPT, no hay duda que se alza como la opción política novedosa, articulada y representativa de amplios sectores del País. Su candidato, Rafael Bernabe, goza de un excelente dominio del debate público, sabe afinar los lineamientos de su discurso político para calar en un electorado diverso que transita desde el trabajador de oficio hasta el profesional con grados postsecundarios, ambos asediados por la crisis económica que deviene de una estructura desigual e injusta.

La experiencia del debate de este pasado martes validó a Bernabe como el contendor de más fortaleza en estas elecciones. Sus planteamientos se distancian del entramado demagógico tradicional de los dos partidos de siempre, y de casi todos los demás, al punto de abordar sin tapujos temas como la legalización de la marihuana y el apoyo a los derechos de la comunidad LGBTT.

Es Bernabe un candidato distinto, cuyo accionar político está legitimado en más de dos décadas de participación activa en las luchas sociales del País, ya sea con los estudiantes, profesores y trabajadores de la Universidad de Puerto Rico; contra la privatización; a favor de los derechos del pueblo trabajador; y en defensa de la democracia y nuestros derechos constitucionales.

En el caso del MUS, Arturo Hernández no ha logrado despuntar como figura con liderato nacional. El martes tuvo su primera escena frente al resto de sus contendores y lució con cierta fragilidad discursiva. Sus planteamientos se zurcieron de tonalidades legalistas muy propias de su profesión, a un ritmo que provoca la desatención del público.

El MUS es, empero, un organismo político que surgió con bríos hace dos años afianzado en la opción soberanista. Mas su posición de no asumir un rol activo en defensa de su ideal, al descartar la opción electoral de plasmar un vigoroso NO a la colonia en el plebiscito de noviembre, puede concebirse como una acción confusa para las gradas.

Cierto es que, en sus inicios, este movimiento soberanista capturó la atención mediática. Fue, además, el primero en lograr insertarse al ruedo formal de la participación electoral, pero ha flaqueado en velocidad e impulso. Muchos observadores políticos hemos señalado que su concepción amplia del proceso electoral, que ha desembocado en el endoso de candidatos del PPD, será un bumerang y sólo favorecerá a su oponente.

Resta mencionar a Rogelio Figueroa, el candidato que por segunda ocasión se lanza al ruedo electoral bajo la insignia del PPR. En esta ocasión, más que en el cuatrienio pasado, Figueroa ha recurrido al discurso populista pueril e insustancial para avivar al público en una cacería de votos que en nada se diferencia de la forma en que actúan los dos partidos de siempre. Su verbo es llano e impreciso. En cada aparición escénica, no vacila en calcar las ideas de sus contendores, en especial las del PPT y el MUS, para imprimirle algo de sentido a sus expresiones.

Sin calcular su fatigada emoción electorera, alimentada de un ruidoso histrionismo y un peligroso egocentrismo, el candidato del PPR se ha convertido en un disparatero superficial que refrenda sus postulados con expresiones clichés que carecen de profundidad intelectual, como demostró en este debate.
El PPR, no obstante, podría capturar el voto indeciso más frágil acostumbrado al desenfreno populista si sus oponentes PPT, PIP y MUS no afinan a tiempo su tacto con el electorado.

CONCLUSIÓN
Si sumamos los factores sociopolíticos que se vierten en el terreno electoral, las elecciones del próximo 6 de noviembre transcurren en tres carriles, a juzgar por el resultado del primer debate de los candidatos a la gobernación.

De una parte, se vierte el escenario plebiscitario que, al margen de las críticas de sus detractores, permitirá a los electores reafirmar o rechazar el estado colonial imperante en la Isla, a la vez que dispondrá de tres opciones para auscultar las fórmulas de estatus de mayor aceptación entre los puertorriqueños.
Los otros dos rieles demarcan la elección general a la gobernación. Uno transcurre entre las fuerzas penepés y pepedés y otro va en ruta a la definición del tercer, cuarto, quinto y sexto lugar en la lista de preferencias electorales.

El carril a la gobernación es insalvable. Uno de los dos de siempre, PNP o PPD, ganará la contienda para hacer más de lo mismo, comportarse igual que siempre y preservar el juego de la alternancia al poder.Mas en el otro carril, por el que transitan cuatro grupos políticos, dos de ellos emergentes, se conjugan las aspiraciones de estructurar un nuevo diseño electoral que rompa con el ruin bipartidismo. Se trata, simplemente, de hamaquear la tradicional estructura de los dos partidos de siempre logrando inscribir la mayor cantidad de partidos posibles, una acción que de concretarse golpearía la mediocridad de penepés y pepedés, al tiempo que alimentaría nuestro ordenamiento democrático y avivaría las esperanzas de un mejor porvenir político.

* NOTA EDITORIAL: El autor de este artículo presta servicios profesionales a la campaña del PPT.

1 comentario:

Unknown dijo...

Es muy cierto, los candidatos que lideran los partidos principales de puerto rico, alejandro garcia padilla del ppd y luis fortuño del pnp, lo que hacen es un total teatro. Degradandose uno al otro sin presentar soluciones reales. Con campañas mediocres y sin tomar accion ante las realidades y problemas que vivimos como pueblo. Deben poner en balanza lo realmente importante y no las nimiedades que estos "lideres" se empeñan en resaltar...